Ensayo de un crimen

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Introducción

Ensayo de un crimen es una novela del dramaturgo, narrador y ensayista Rodolfo Usigli (1905-1979). Cuenta la historia de Roberto de la Cruz, hombre soltero entregado al juego que goza de una acomodada posición económica y que vive gobernado por preocupaciones estéticas, las cuales lo espolean para satisfacer el deseo de cometer el asesinato perfecto. La ciudad de México de los años cuarenta le brinda un escenario para fraguar su crimen. Considerada como el germen de la novela negra en el país, Ensayo de un crimen marca el inicio de una visión del México posrevolucionario. El libro se aleja de los temas que hasta entonces prevalecían en la narrativa nacional y muestra la descomposición de algunos sectores de la burguesía de la capital. La novela, tras una inicial crítica adversa, ha sido considerada como una de las más importantes del siglo xx. Se publicó por primera vez bajo el sello de la editorial América en 1944, mismo año en que se editó la obra teatral cumbre de Usigli, El gesticulador.

Eleonora Luna

Fundación para las Letras Mexicanas

La novela mexicana, los relatos negros y el film noir

El camino que la narrativa mexicana transitó en los años anteriores había preferido una visión del México conmovido por la Revolución de 1910. En 1915 Mariano Azuela había consagrado el tema de la Revolución con la novela Los de abajo. Durante los años siguientes, la narrativa del país cimentó y desarrolló el género de la novela de la Revolución con escritores como Martín Luis Guzmán, Rafael F. Muñoz, Gregorio López y Fuentes, José Rubén Romero y Nellie Campobello, entre otros autores.

En 1944 Usigli irrumpió en el ámbito narrativo con una novela que fisuró la larga tradición literaria que retrataba el proceso social y político del conflicto armado, así como sus inmediatas repercusiones. Introdujo a la literatura mexicana una novela que por primera vez exponía al país que comenzaba a construirse económica e industrialmente, preocupado por definir un perfil nacional.

Heredera de una larga tradición literaria que se puede situar en el siglo xix con autores como Edgar Allan Poe, Thomas de Quincey, J. K. Huysmans y Bernardo Couto Castillo, Ensayo de un crimen también comparte temas y recursos utilizados en otras narraciones de la época como El halcón maltés (1930), de Dashiell Hammett; El cartero siempre llama dos veces (1934), de James M. Cain; La dama del lago (1943), de Raymond Chandler, y la colección de relatos Sèrie Noire, dirigida por Marcel Duhamel bajo el sello de la editorial Gallimard. De esta serie surge la expresión de relatos negros o novela negra, debido a que las pastas de los libros de la colección eran de ese color.

Novelas y relatos como éstos fueron adaptados al cine e inspiraron el surgimiento de un género fílmico llamado «cine negro norteamericano» o «film noir«, que se caracteriza por presentar una sociedad violenta, cínica y corrupta dentro de un ambiente de pesimismo. Ensayo de un crimen se acompasa con estos elementos argumentales y en 1955 fue adaptada y llevada a la pantalla grande por Luis Buñuel. En un inicio, la adaptación de la novela corrió a cargo de Usigli y Buñuel, pero el carácter intransigente de estos dos creadores no permitió que el trabajo prosiguiera en conjunto. Buñuel siguió por su cuenta y estrenó la película sin consentimiento de Usigli. Hubo quejas ante el Sindicato de Autores de Cine y, al final, Buñuel cambió el nombre de la película a La vida criminal de Archibaldo de la Cruz, inspirada en Ensayo de un crimen. A pesar del descontento de Usigli por esta adaptación, la película es considerada como una de las más originales y atípicas del cine mexicano por su marcado humor negro. Con el tiempo, la amistad de Buñuel y Usigli se restableció y el propio escritor reconoció a Buñuel como un director de gran calidad en una conferencia que dio en Bruselas sobre Imagen y prisma de México en 1972.

 

Crónica de un asesino

En 1944, mientras los horrores de la Segunda Guerra Mundial no cesan y el país arde en un conflicto petrolero, Usigli publica Ensayo de un crimen. La novela narra la historia de un hombre que desea cometer un asesinato sin motivación alguna, en un mundo en donde se mata por amor, razones ideológicas, dinero o envidia, pero rara vez por estética. (Este tema es recurrente en los relatos negros norteamericanos del momento.) Roberto de la Cruz, heredero de personajes de autores como Oscar Wilde y De Quincy en cuanto al crimen como arte y destino, es el protagonista de la novela.

De la Cruz, un afortunado jugador de póker, se obsesiona por darle algún sentido a su vida e intenta cometer el más bello de los asesinatos en tres ocasiones. Las tres veces, sin embargo, falla por culpa de las circunstancias. La primera víctima, Patricia Terrazas, adinerada compañera de juegos, es asesinada unas horas antes de que él decida matarla; la segunda, el conde de Schwartzemberg, un burgués homosexual, muere apuñalado a manos de su amante, Luisito, y no por el golpe en la cabeza que cuidadosamente había planeado Roberto de la Cruz. Por último, en un momento de desconcierto, confunde a su reciente esposa, Carlota Cervantes, con su amiga Lavinia y la degüella por error. Roberto es enviado al psiquiátrico La Castañeda bajo el cargo de crimen pasional y con el estigma de ser un paranoide con manías persecutorias. Reducido a una víctima de las circunstancias, se sugiere que una buena conducta lo pondrá en libertad tiempo después. Así, el protagonista, que rinde tributo a la obra de Thomas De Quincey, Del asesinato considerado como una de las bellas artes (1827), resulta incapaz de cometer el más estético y atractivo de los crímenes, uno sin móvil: “el crimen gratuito”.

Del mismo modo que en la obra de De Quincey, el detonante de las inclinaciones criminales de Roberto de la Cruz es la música. En la novela de Usigli se trata de la melodía “El príncipe Rojo”, de Charles Emil Waldteufel, que emana de una caja musical. De la Cruz había escuchado este vals por primera vez en sus años de infancia, cuando presenció la muerte de un hombre a manos de un militar. Con esto, se desarrolla en el texto una trama que va más allá de las investigaciones detectivescas para ahondar en la psicología del personaje dentro de una sociedad que lo abruma y lo paraliza. Es precisamente esta característica la que permite comparar al protagonista de Usigli con personajes de obras como El retrato de Dorian Grey (1891), de Oscar Wilde, y sobre todo con Jean Floressas des Esseintes, protagonista de Al revés (1884), de J. K. Huysmans, representación máxima del Decadentismo finisecular. La visión de estos autores se vuelve una constante en la narrativa de Usigli, un hombre que vive en un mundo de desarrollo y progreso que lo condena, y por tanto toma una actitud puramente esteticista, en la que se exalta la belleza aun en contra de la moral, del acto cruel de llevar a alguien hacia la muerte, y que hace ver el asesinato como única salvación a la que se puede aspirar.

La novela se organiza en tres partes y revela un crimen en cada una. Para Laura Navarrete Maya, Ensayo de un crimen plantea el azar como el motivo estructurante de la trama y el eje de comunicación entre el lector, el autor y la intriga. Por otro lado, José Luis de la Fuente considera a la novela como un experimento policíaco en donde lo más importante es develar la personalidad del personaje creando lazos de complicidad con el lector. Visto de una forma o de la otra, los recursos formales empleados por Usigli dentro de esta novela, tales como descripciones casi fotográficas, metáforas, metonimias, la ilación de las acciones criminales y el ritmo de la escritura, logran acumular el suspenso.

 

El narrador omnisciente o Roberto de la Cruz cuenta su historia

Una de las revoluciones novelísticas del siglo xx consistió en el incesante desarrollo del papel del narrador. Dentro de Ensayo de un crimen la característica formal más sobresaliente radica en el papel que éste desempeña y los contrapuntos que genera con los personajes. Mantiene durante todo momento, según José Luis de la Fuente, un tono irónicamente distanciado de la narración, que permite al lector tener una actitud permisiva hacia los deseos criminales del personaje principal. En todo momento se narra en tercera persona bajo la focalización del protagonista, rasgo que la diferencia de las novelas policíacas en donde se narra desde la perspectiva del investigador y se revelan rasgos autobiográficos del criminal y del detective:

Comió agradablemente en el pequeño restaurante de la calle de Liverpool mirando al jardín y las pajareras de cristal, y pidió al acordeonista húngaro que le tocara Los Bosques de Viena y El príncipe Rojo. Fumó un cigarrillo con el café y encendió otro al salir. Volvió a pie a su casa, dando primero una vuelta por la Reforma. Al llegar encontró a un joven, vestido con cierta ostentación, pero agradable, apellidado Madrid. Con gran lujo de cortesía, Madrid explicó que las autoridades deseaban hacer al señor de la Cruz algunas preguntas.

En la novela, el narrador alude a los personajes siempre en tercera persona y les cede voz citando en estilo directo sus parlamentos. En una narración tradicionalmente realista el narrador puede tener acceso a la vida interior y exterior de los personajes a través de los pensamientos, pero el personaje en ese contrato narrativo no tiene acceso al mundo del narrador. En Ensayo de un crimen esta narración canónica se rompe por momentos y parece que el personaje puede escuchar lo que dice el narrador estableciendo un sutil contrapunto. Esto genera cierta ambigüedad o extrañamiento y plantea la posibilidad de que Roberto de la Cruz esté narrando su historia.

Roberto de la Cruz lo examinó con curiosidad. Le había parecido siempre que el amarillo conde se encontraba en ese período ambiguo de la madurez en que la edad del hombre es indefinible y cambiante; ahora lo veía de pronto envejecido de una manera tan súbita como total, envejecido como si saliera de un gran cataclismo del que fuera el único superviviente.“Viejísimo y espantoso”, pensó.

Este procedimiento lo empleará Juan Rulfo de manera más evidente en el cuento “El hombre” de El llano en llamas (1953).

 

Las calles de la ciudad de México: la habitación del flâneur

Durante la primera mitad del siglo xx, los países latinoamericanos experimentaban grandes cambios económicos, sociales y de desarrollo urbano, los cuales se vieron representados en las distintas manifestaciones artísticas. Así, la narrativa comenzó a abandonar los temas rurales para abordar el imaginario urbano desde diferentes perspectivas. En Ensayo de un crimen se muestra a una sociedad mexicana activa: la novela plasma con descripciones detalladas la modernidad, internacionalización y el crecimiento urbano que se apropia de algunos sectores del México de los años cuarenta.

Las descripciones pintan los espacios y los habitantes de las colonias más importantes de la ciudad de México. Usigli reconstruye con un ojo fílmico los espacios metropolitanos; esto es, va escribiendo la ciudad en estampas que Roberto de la Cruz recorre y que podrían seguirse en un mapa de la ciudad de esos años:

Aunque el tránsito era intenso había poca luz, y Roberto de la Cruz se dejó llevar por sus pies, evitando los sempiternos charcos y las cáscaras de fruta. Recorrió lentamente las calles cercanas al mercado de la Merced, aturdiéndose un poco en aquella Babel de olores ofensivos. Casi todos los puestos estaban vacíos ya, pero las tiendas continuaban abiertas con sus sacos de papa, frijol y chile y camarón seco, y sus cajones de semillas en la entrada. Al paso, Roberto de la Cruz veía los chorizos suspendidos en sartas y los enormes quesos añejos, las ceras colgadas como tubos de órganos, los negros pizarrones con los precios trazados en gis.

Roberto de la Cruz viaja por las calles en una constante reafirmación de la identidad. A la manera del flâneur —término que utiliza por primera vez Charles Baudelaire para comentar un cuento de Poe, “El hombre en la multitud” (1840)—, el personaje principal de la novela deambula por las calles sumergido entre la nostalgia de la antigua ciudad de México y la nueva urbe en desarrollo. El flâneur hace referencia a la figura del paseante urbano que recorre a pie la urbe, creando un discurso de la ciudad y de él mismo dentro de la cotidianidad de la metrópoli.

Usigli convierte las calles de la capital mexicana en la habitación de Roberto de la Cruz, un lugar en donde se siente en casa, rodeado de grandes edificios y avenidas, de lujosos restaurantes, letreros brillantes y negocios modernos. Los muros de su habitación son las terrazas en donde bebe café y los periódicos son su biblioteca. Así, esta especie de dandy, como lo llama el poeta Agustín García Delgado, no tiene más preocupación que pasear mientras sus deseos criminales despiertan y se apuntalan a través de la melodía que emana de la cajita de música.

Para el filósofo y crítico alemán, Walter Benjamin, el flâneur es la imagen del héroe moderno en una sociedad moderna, es una persona que sufre a causa de este complejo crecimiento urbano y al mismo tiempo trata de sabotearlo. En Ensayo de un crimen, Roberto de la Cruz es el héroe en un evidente tributo a Poe. El héroe moderno de Usigli no es más que la víctima de una sociedad industrializada y capitalista. Su propósito es mantener su individualidad a la par de la contemplación del paisaje citadino, siempre en busca del movimiento y de las novedades de la urbe. Cuando deambula sin mayor propósito, Roberto de la Cruz se vuelve consciente de los contrastes de la realidad en la que vive. Para José Luis de la Fuente, el protagonista se convierte en el ejecutor de una aparente demanda social que van cargando los mexicanos después de la Revolución: castigar a los seres inertes de una sociedad. Roberto de la Cruz deja de ser sólo un paseante virtuoso, un observador y un consumidor para convertirse en un asesino urbano, su deseo más anhelado para, según Roxanne Dávila, ejercer su autoridad y reafirmar su identidad.

 

El aniquilamiento de la sociedad pasiva como un arte

Todas las secciones de la novela delinean el estilo de vida de varios sectores sociales y muestran oblicuamente el reflejo de la sociedad de la época: casas de juegos, políticos corruptos, apariencias e hipocresía, periódicos alarmistas que manipulan la “verdad”. La hipocresía de una sociedad moderna y urbana es retratada en la novela por la degradación de los personajes Patricia Terrazas y el conde de Schwartzemberg. De ahí que le resulten insoportables al protagonista y decida planear su respectivo asesinato.

Es hasta que Roberto de la Cruz ingresa preventivamente en prisión que “por primera vez en su vida se encontraba en un mundo sin máscara, en una sociedad desnuda”. Así, Usigli asume a su personaje principal como una especie de redentor de la hipocresía social. Un hombre que ha perdido la máscara y con ello ha iluminado las más oscuras manías de una sociedad corrupta y conformista. Por ello resulta importante la tentativa de Roberto de la Cruz por tratar de salir, aunque sea por medio de un asesinato, del estado de sopor y abulia que lo envuelve, pues al salvarse él devuelve la esperanza a la sociedad.

 

Crítica y recepción

En su momento, la recepción crítica de la obra se limitó a reseñas como la de Rafael Solana (1945) en la revista El hijo pródigo, donde únicamente se hace referencia al retrato exacto de la vida cotidiana en México y al uso del suspenso como rasgo de la literatura policial. Por otro lado, en Problemas literarios (1955), José Luis Martínez la desaprueba por suscitar morbo en el lector.

En general, el estudio de la literatura hispanoamericana de la década de los cuarenta se ha mantenido en un relativo olvido. Hasta hace pocos años se rescató el estudio de la narrativa de Usigli por especialistas como Ilán Stavans, Amelia S. Simpson, Vicente Francisco Torres y Roxanne Dávila, entre otros, que la defienden como pilar fundamental para el género de la novela negra y resaltan su importancia dentro de la literatura hispanoamericana debido a las múltiples interpretaciones que se derivan de ella.

 

Bibliografía

Bang! Bang! Pesquisas sobre narrativa policíaca mexicana. Editado por Miguel G. Rodríguez Lozano y Enrique Flores. México: Universidad Nacional Autónoma de MéxicoInstituto de Investigaciones FilológicasCentro de Estudios Literarios, 2005.

Fabio Sánchez, Fernando. El asesinato como un arte (pos)nacional en el México Moderno. Tesis doctoral. Universidad de Colorado, 2006.

García Delgado, Agustín. Dandismo y asesinato estético en la novela Ensayo de un crimen, de Rodolfo Usigli. México: Instituto Chihuahuense de la Cultura/ Ficticia, 2011.

Martínez, José Luis. Problemas literarios. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1955.

Stavans, Ilán. Antihéroes: México y su novela policial. México: Joaquín Mortiz, 1993.

Torres, Vicente Francisco. Muertos de papel: un paseo por la narrativa policial mexicana. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2003.

Trelles Paz, Diego. La novela policial alternativa en hispanoamérica: detectives perdidos, asesinos ausentes y enigmas sin respuesta. Tesis de doctorado. Universidad de Texas, 2008.

Trujillo Muñoz, Gabriel. Testigos de cargo: la narrativa policiaca mexicana y sus autores. Tijuana: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/ Centro Cultural Tijuana, 2000.

Walter, Benjamin. The Writer of Modern Life. Cambridge MA: Harvard University Press, 2006.

 

Enlaces externos

Dávila, Roxanne.Escribiendo la ciudad: entre el flaneur y el criminal en Ensayo de un crimen de Rodolfo Usigli”. (Consultado el 30 de noviembre de 2015).

Fuente, José Luis de la. «Rodolfo Usigli busca la verdad: Ensayo de un crimen, antecedente policíaco mexicano«. AlterTexto, número 1, volumen i, 2003. (Consultado el 30 de noviembre de 2015).

Pérez Rodríguez, Gustavo. “Ensayo de un crimen. Buñuel-Usigli: la eterna discrepancia entre escritor y director”. Imágenes, Instituto de Investigaciones Estéticas/ Universidad Nacional Autónoma de México. (Consultado el 30 de noviembre de 2015).

Schmidhuber de la Mora, GuillermoRodolfo Usigli, ensayista, poeta, narrador y dramaturgo. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2006. (Consultado el 30 de noviembre de 2015).

Stavans, Ilán. “De regreso al Ensayo de un crimen. Revista Iberoamericana, número 151,volumen 56, abril-junio 1990, páginas 519-521. (Consultado el 30 de noviembre de 2015).

 

 

MATERIAS RELACIONADAS
Usigli, Rodolfo
Narrativa policial en México

FUENTE: http://www.elem.mx/obra/datos/4327

Flores para los Clutter

Hace 50 años que Holcomb fue testigo del crimen que inspiró al escritor Truman Capote para su obra maestra, ‘A sangre fría’. El pueblo, enclavado en el corazón de EE UU, mantiene intacto el recuerdo de esa noche de 1959, en que cuatro disparos acabaron con seis vidas

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El escritor Truman Capote, en el salón de la granja donde ocurrieron los asesinatos de la familia Clutter. AP

A Robert Rupp le tiembla un poco la voz cuando habla de Nancy Clutter. «Era una chica muy especial… muy bonita, ¿sabe?», recuerda. Fueron novios cuando él tenía 17 años, y ella, 16. «Estábamos juntos todo el tiempo», relata por teléfono desde su hogar en Holcomb, Kansas (Estados Unidos). Hoy tiene 68 años, y aún transmite la ilusión juvenil que le unió a ella. La que rompieron dos convictos en libertad condicional la noche de noviembre de 1959 en que cuatro disparos acabaron con seis vidas. Perry Smith y Richard Hickock la mataron a ella, a sus padres, Herbert y Bonnie, y a su hermano menor, Kenyon. Robert fue el último que los vio con vida. Los asesinatos inspiraron a Truman Capote para escribir su obra maestra, A sangre fría. Pero Robert -Bobby para Capote- no ha leído el libro. No le interesa, comenta. «Pasaron años en que sólo pensaba en ellos, todo el tiempo, todos los días», recuerda. Sus cadáveres fueron hallados la mañana del 15 de noviembre de 1959. Hoy hace 50 años. También era un domingo.
Desde su publicación en 1965, A sangre fría se convirtió en un éxito. La novela ha sido traducida a decenas de idiomas y es considerada como una pionera en el género de no ficción. El escenario de la tragedia descrita por Capote no podía ser más emblemático del american way of life. Los campos dorados de Kansas son uno de sus estereotipos, y no es exagerado decir que es «el corazón de Estados Unidos», como dice su lema. El hogar de Dorothy, la heroína de El mago de Oz, se enclava justo en el centro del país norteamericano. Unos 2.600 kilómetros le separan tanto del océano Atlántico como del Pacífico.

Hasta 1959, Holcomb era un pueblo anónimo. Pese a la posterior fama derivada de la novela de Capote, los crímenes apenas se asomaron en los titulares en su momento. El relato ocupó una anodina columna en la página 39 de The New York Times del día siguiente. «Asesinados un granjero adinerado y tres miembros de su familia», reza el titular. «Fueron muertos a tiros de escopeta». «Las líneas de teléfono estaban cortadas». «Los cuerpos fueron hallados por dos amigas de la hija». 283 palabras que describen, escuetas, la tragedia que cambió al pueblo para siempre.

«Esas cosas no pasaban aquí, no en Holcomb», recuerda Dolores Hope, que trabajaba en el periódico de la comunidad, The Garden City Telegram, en el momento de los asesinatos. «Nunca ha ocurrido algo similar, ni antes ni después», comenta por teléfono. «Herbert era un líder en nuestra comunidad, su muerte y la de su familia causaron una herida muy profunda». El presidente Dwight Eisenhower había nombrado al jefe de la familia Clutter miembro del Fondo Federal de Créditos Agrícolas (Federal Farm Credit Board), aunque nunca vivió en Washington. «Era un señor respetable… era una muy buena familia», comenta Dolores. Ella y su esposo, Clifford, fueron anfitriones de varias cenas con Capote y su compañera de viaje, Harper Lee, durante la investigación de lo que inicialmente era una serie de reportajes para la revista New Yorker. «Eran amigos de la infancia y formaban una pareja rara… muy rara, pero muy simpática», relata. Los Hope, según cuenta Dolores, guardan un recuerdo entrañable de Capote: «Era un excelente conversador, muy gracioso». Eso sí, Hope destaca que fue Harper Lee la que ayudó a romper el hielo. Dos intelectuales neoyorquinos no eran precisamente los invitados habituales de las familias conservadoras de la rural Kansas. Dolores se deshace en elogios para Lee. «Es encantadora, se hizo amiga de todas las esposas del pueblo». Lee y Capote fueron invitados a la cena de Navidad del matrimonio Hope. Y algo de aquella amistad ha subsistido hasta el día de hoy. Dolores afirma que aún mantiene contacto con la autora de Matar a un ruiseñor.

Aun así, en Holcomb se miraba con recelo al excéntrico escritor y con todavía menos simpatía a su investigación. «Algunas personas estaban en contra de que escribiera sobre los crímenes, les parecía que faltaba al respeto de los muertos», comenta. Tampoco ayudó el hecho de que el relato se concentrara en los asesinos y no en la familia Clutter. «Muchos en Holcomb pensaron que se había aprovechado de su dolor», explica. Capote, según un artículo de The New York Times fechado en 1965, cobró unos dos millones de dólares por la publicación.

La tragedia dejó un profundo rastro de dolor en el pequeño pueblo. Tan honda era la herida que durante décadas no existió un solo recuerdo dedicado a la familia, pese a que mantenía una notable participación en su comunidad y en actividades benéficas. No hace ni dos meses que fue inaugurada una placa en su memoria en el parque del pueblo. La idea vino de Robert; su esposa, Colleen, y otros amigos de la familia. «No tiene nada que ver con el libro», subraya Rupp. Las dos hermanas supervivientes, Beverly y Eveanna, ahora rozan los 70 años y evitan a los medios de comunicación. Se sabe muy poco de ellas. Eveanna, que ya estaba casada en el momento de los asesinatos, vive en Illinois. Beverly, entonces una estudiante en la Universidad de Kansas, se casó con Vere English apenas unas semanas después del funeral de su familia y actualmente vive en Newton, a unos 340 kilómetros de Holcomb. «Ellas piensan que Capote no hizo justicia a su familia», explica Jerry Roth, miembro del comité que organizó el homenaje a la familia Clutter y amigo de Nancy y Kenyon. «Ojalá nunca lo hubiera escrito», declaró a Associated Press la nuera de uno de los hermanos de Herbert Clutter, Shirley, uno de los contados miembros de la familia que ha accedido a conversar con la prensa.

Incluso algunos no entienden el interés mundial por los crímenes y la novela. «Es sólo un libro sobre un asesinato en un pueblo pequeño», recuerda el abogado Duane West, el fiscal del juicio contra los dos asesinos, que terminó por condenarles a muerte. El hotel Wheat Land, en la cercana localidad de Garden City (a 10 kilómetros de Holcomb), apenas dedica una mención a que fue ahí donde Capote se hospedó durante su investigación. Un editorial publicado en The Garden City Telegram en 1960, al inicio del proceso contra Smith y Hickock, alega: «Desde el asesinato de la familia Clutter han ocurrido muchos crímenes similares en todo el país. Este juicio no es más que uno de tantos que la gente lee y se olvida». Muchos en Holcomb aún comparten esa idea. Llama más la atención recibir una llamada tan lejana que el relato de las muertes en sí. «Ah… sobre los Clutter… a la gente no le gusta hablar mucho del tema», explica Robin, una secretaria de la oficina del Ayuntamiento. El alcalde, Greg Cox, añade que «hay muchas personas que conocían a los Clutter personalmente. Para ellos no es una novela, es una tragedia que marcó sus vidas». La pequeña biblioteca de Holcomb guarda ocho copias de A sangre fría, pero son pocos los que en el pueblo han leído el libro. Durante muchos años, la novela era señalada como la culpable de que no cerraran las heridas y la causa de la no siempre bienvenida visita de turistas, explica Cox. No obstante, hay quienes defienden el trabajo del autor. «Un escritor decide qué es lo que necesita su relato», comenta Clifford Hope, esposo de Dolores y abogado de la familia asesinada. «Creo que él [Capote] hizo un retrato justo de los Clutter». Su esposa coincide: «Es un libro estupendo». Aun así, Capote no es un personaje popular en el pueblo. El autor nunca se libró de las acusaciones de que simpatizaba con los asesinos y que incluso mantuvo una relación personal con uno de ellos, Perry Smith.

El diario Wichita Eagle realizó un sondeo en todo el Estado para medir el impacto de los crímenes. «Fue un momento crucial para la gente de Kansas. Fue a partir de ahí cuando se comenzó a echar la cerradura y a sospechar de cualquier extraño», describe la periodista Beccy Tanner. Holcomb no es el mismo pueblo que Capote conoció, añade su alcalde. Apenas sumaba unos 260 habitantes en 1960 y ahora roza los 2.000. Además, Kansas es considerado uno de los Estados con mayor diversidad étnica. Una cuarta parte de su población es de origen latinoamericano. Y el escenario del crimen, la finca de los Clutter, es el hogar de Leonard y Donna Malder. Los Malder compraron la propiedad en 1990 para contar con un sitio grande en el que recibir a sus seis hijos y sus cerca de 20 nietos.

Pero el recuerdo de esa noche aciaga no se apaga. Los protagonistas de la historia descansan entre el paisaje rural que Capote describió con tanta meticulosidad y que hacía parecer tan extraño que un crimen tan horrendo hubiese ocurrido ahí. Los Clutter fueron enterrados en el cementerio Valley View, en Garden City. Robert Rupp cuenta que acude cada año para llevar un ramo de flores. «Lo haré hasta que muera», relata. Su tono es dulce cuando recuerda a Nancy y su familia, y rehúsa dedicar una sola palabra a los asesinos. «Nunca quise tener nada que ver con eso», afirma. Unos 700 kilómetros separan la tumba de los Clutter de las de sus verdugos. Después de morir ejecutados en la horca en abril de 1965, Perry Smith y Richard Hickock fueron enterrados en el cementerio Mount Muncie, en Lansing (Kansas). Las autoridades penitenciarias afirman que entre 10 y 15 personas visitan sus tumbas cada día. Y que también ha habido días en que alguien les ha llevado alguna flor.

* Este articulo apareció en la edición impresa del Domingo, 15 de noviembre de 2009

http://elpais.com/diario/2009/11/15/domingo/1258260758_850215.html